
Lo malo del después son los despojos que embalsaman el humo de los sueños, los teléfonos que hablan con los ojos, el sístole sin diástole sin dueño.
Lo más ingrato es encalar la casa, remendar las virtudes veniales, condenar a la hoguera los archivos.
Lo peor del amor es cuando, cuando al punto final de los finales no le quedan dos puntos suspensivos
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